Los Tigres no son de África

En absoluto, por supuesto que no, aseveró el anciano. Aquí tenemos leones, leopardos y guepardos. Pero aquel prisma romo y gris dificultaba vislumbrar aquello de manera clara, aun cuando los niños lo ven todo siempre meridianamente claro.

A decir verdad, había pocas diferencias más allá de las rayas, o de la ausencia de lunares o de melena. Una mera cuestión de nacimiento, se dijo, o quizá de estilo, por qué no. Además, según tenía entendido, África era una tierra increíblemente acogedora. ¿Por qué extraña razón un tigre no podía ser africano?

Años más tarde, a través de la cultura y la lectura, lo entendió: la reciprocidad no existe, incluso se antoja utópica cuando es la única solución justa disponible. Su tigre no podía ser africano, a diferencia de la tierra, los minerales o el marfil, que un día sí lo fueron. Quizá había llegado el momento de llamar al viejo sabio y desteñir el prisma. Al fin y al cabo, todo es según el color del cristal con que se mire.

 

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